Hace unos días me preguntaron cómo conseguir colaboraciones y qué presupuesto pedir. Me quedé pensando en cuántas veces me han hecho esa pregunta y en la cantidad de historias que he visto (y vivido) sobre colaboraciones que empiezan con promesas de éxito y acaban en desilusiones, egos heridos y alguna que otra factura impagada.
Porque, vamos a decirlo claro: colaborar suena bonito, pero puede ser un desastre si no tienes ciertas cosas claras desde el minuto uno.
¿Colaboración o chantaje emocional?
Muchos emprendedores caen en la trampa de colaborar por simpatía, por miedo a decir que no, o porque “qué bonito es ayudar”. Pero ayudar no paga facturas.
Si la colaboración solo es beneficiosa para una de las partes (y ya sabes quién suele ser…), no es una colaboración, es un favor. Y los favores, en los negocios, rara vez son rentables.
Antes de decir que sí a una colaboración, pregúntate:
¿Qué gano yo? (Y no, visibilidad y amor no son respuestas aceptables)
¿Esto me acerca a mis objetivos de negocio o me está haciendo perder el foco?
¿Estoy invirtiendo tiempo y recursos que deberían ir a otra parte?
Si la respuesta a la última pregunta es sí, huye. No te están ofreciendo una colaboración, sino trabajo gratuito encubierto.
El dinero sobre la mesa, no en el aire
Uno de los errores más comunes es no hablar de dinero desde el principio. Hay una especie de pudor, como si hablar de pasta fuera de mala educación. Spoiler: no lo es.
Antes de empezar:
Define quién paga qué.
Acuerda qué porcentaje de beneficio (si lo hay) corresponde a cada uno.
Deja claro si hay un fee fijo o variable.
Firma algo. Sí, incluso con amigos. Sobre todo con amigos.
Porque la gente olvida, interpreta a su favor o, en el peor de los casos, desaparece. Y más de una vez he visto colaboraciones donde uno trabaja y el otro solo pone el logo.
Colaborar no es fusionarse
Una colaboración es como una relación abierta: compartís algo, pero cada uno sigue con su vida.
Uno de los grandes errores es perder la identidad en la colaboración. He visto emprendedores diluir su marca, cambiar su mensaje o adaptarse demasiado al otro, hasta el punto de que su negocio pierde coherencia. Y eso, a la larga, se paga caro.
Si la colaboración te obliga a ser algo que no eres, no es una colaboración, es una manipulación.
Colaboraciones que sí funcionan
Las mejores colaboraciones que he visto (y en las que he estado) tienen esto en común:
Intereses alineados. No es caridad, es estrategia. Ambas partes ganan.
Roles y tareas claras. Quién hace qué y en qué plazos. Sin sorpresas.
Expectativas realistas. Si esperas que la otra persona te solucione la vida, mal vamos.
Contrato, acuerdo o al menos un mail con lo acordado. Evita dramas.
Colaborar puede hacer crecer tu negocio… o hundirte en una espiral de resentimiento y mensajes sin responder. Lo que determines ahora evitará disgustos después.
Porque en los negocios, como en la vida, colaborar no es regalar.
¿Y qué pasa cuando ya estás dentro de una colaboración y te das cuenta de que no funciona? Aquí es donde entran los puntos clave que realmente marcan la diferencia. Sigue leyendo para descubrirlos.
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