Lucha de clases y el mito del "todo es posible"
Emprender no es solo cuestión de actitud y trabajo duro. ¿Quién puede permitirse fracasar? ¿Quién está realmente fuera del sistema?
Hay algo que me explota la cabeza y llevo dándole vueltas hace semanas, y qué mejor que publicarlo un 1 de Mayo.
¿Hasta qué punto el discurso aspiracional es real para todas las clases sociales? Si emprender, escalar un negocio o vender servicios de alto valor fuera solo una cuestión de mentalidad, esfuerzo y estrategia, ¿por qué las estadísticas siguen diciendo que el origen social sigue siendo el mejor predictor del éxito económico?
El espejismo del "si quieres, puedes"
Trabajo con profesionales de todo tipo. Algunos tienen negocios de éxito, otros apenas llegan a cubrir gastos. Lo que veo es que el acceso a la formación, a los contactos y a la capacidad de asumir riesgos no está repartido de manera equitativa. Y aquí es donde entra la lucha de clases.
Hay un relato dominante en el mundo del emprendimiento que me genera un cortocircuito: el que dice que el éxito es solo cuestión de actitud y trabajo duro. Porque no todos partimos del mismo punto de salida. Porque hay quien puede permitirse fracasar y quien no. Porque hay quien tiene que demostrar diez veces más para que se le tome en serio. Y eso no es solo una cuestión de mentalidad (“mindset” en pijo que demuestra que 1) vienes de familia bien 2) eres de una generación que puede dar gracias -como yo- al ascensor social que te permitió estudiar).
Servicios, precios y quién puede pagar qué
Vender servicios en este contexto tiene su propio dilema:
Si pongo precios accesibles, llego a más personas, pero a costa de mi propio tiempo y rentabilidad.
Si subo precios, aseguro mi negocio, pero dejo fuera a quienes más podrían beneficiarse.
Y aquí viene la pregunta incómoda: ¿a quién estamos vendiendo realmente? ¿Y a quién dejamos fuera del sistema?
Muchos de mis clientes son mujeres que quieren emprender, pero que vienen de contextos donde el trabajo no se ha visto nunca como un vehículo de desarrollo personal, sino como una necesidad. No buscan "alinearse con su propósito", buscan estabilidad. ¿Cómo se habla de marca personal a alguien que lo único que quiere es pagar el alquiler sin estar en una rueda de precariedad infinita? ¿O que quiere independencia financiera para liberarse de la cárcel de su marido abusador?
Aquí es donde entra la estrategia, pero la estrategia con corazón, no a lo Lobo de Wall Street.
Una posible solución para no perpetuar la exclusión sin comprometer la viabilidad del negocio es diseñar modelos híbridos: ofrecer una parte del trabajo a ONGs o becas, pero asegurando que ese coste esté prorrateado en los precios de quienes sí pueden pagar. Nosotras lo hacemos, cada año sabemos que habrá una parte de nuestro presupuesto reinvertida en proyectos sociales, ya sea con dinero y/o con tiempo.
También se puede jugar con formatos grupales para reducir costes sin sacrificar impacto, o implementar estructuras asíncronas (como plantillas y recursos pregrabados) que permitan escalar sin aumentar la carga de trabajo individual. Es lo que hacemos en el Mentoring Club, donde las participantes tienen acceso a herramientas que las empoderan sin necesidad de sesiones 1 a 1 constantes.
Porque no se trata solo de ajustar precios, sino de diseñar servicios de manera inteligente para que más personas puedan acceder sin que el negocio deje de ser rentable.
En otras palabras: estoy hablando del cambio social a través de la colaboración publicoprivada:
El acceso a recursos para emprender no debería depender solo del mercado, pero mientras los sistemas públicos no cubran ciertas necesidades, las soluciones que diseñemos desde las empresas sí importan, y mucho. No voy a esperar que el papá Estado se ponga las pilas y enseñe emprendimiento y finanzas, voy a tirar millas yo con todo lo que pueda para ayudar al máximo de personas posibles.
Emprender no es la única solución, pero para quienes eligen este camino, vale la pena diseñarlo con cabeza y sin caer en narrativas tóxicas de sacrificio constante.
Emprender tampoco es la única vía para mejorar las condiciones laborales. El problema es que, en muchos sectores, ni el empleo tradicional ni el autoempleo garantizan estabilidad. De ahí la importancia de cuestionar cómo distribuimos los recursos y qué modelos priorizamos.
Aspiracionalidad vs. Realidad
Las marcas juegan con el deseo. Nos venden una versión de nosotras mismas más libre, más poderosa, más realizada. Pero esa imagen aspiracional choca con estructuras que no siempre permiten que la movilidad social sea real. Porque no es lo mismo vender un servicio premium a quien ya tiene dinero, que prometer que emprender te sacará de la pobreza.
Este es el dilema que no se dice en voz alta: en el mundo del emprendimiento se romantiza el esfuerzo individual, pero se ignoran las barreras colectivas. Y quienes venimos de un contexto donde se ha trabajado desde abajo sabemos que la meritocracia es, en el mejor de los casos, una media verdad.
Entonces, ¿qué hacemos con esto?
No tengo una respuesta definitiva, pero sí algunas certezas:
El emprendimiento no es para todo el mundo, y eso no es ni bueno ni malo.
Los precios tienen una dimensión política, porque definen quién accede a qué.
El discurso aspiracional necesita matices, porque si no solo perpetúa desigualdades en lugar de solucionarlas.
El éxito tiene un componente de suerte y contexto, aunque la narrativa mainstream prefiera ignorarlo.
Me interesa abrir esta conversación, porque no quiero vender humo ni promesas vacías.
Le seguiré dándole vueltas… Ya ves que para mí es vital combinar rentabilidad CON impacto. No solo quiero diseñar negocios que funcionen, sino que tengan sentido en el contexto en el que vivimos.
He trabajado con personas que han escalado su negocio desde cero y con otras que, aunque tienen todo el talento del mundo, siguen atrapadas en sistemas que las frenan. No hay una única respuesta, pero sí estrategias que pueden marcar la diferencia. En mi trabajo con emprendedoras y empresas, abordamos esto desde la realidad, sin fórmulas mágicas ni frases de Pinterest.
Si quieres seguir esta conversación, te leo en comentarios:
¡Lo has clavado, Txell! ¿Cuántos mentores de negocio y, incluso, mujeres mentoras siguen repitiendo el mismo discurso ilusorio de siempre? ¡Un montón! Necesitamos más realidad para no caer en la misma trampa del viaje del héroe que ya nos tiene hasta el gorro. ¿Quién es el héroe sin todas las circunstancias y personas que lo acompañan? ¿Y si empezáramos a contar las historias desde la perspectiva de la heroína?
Lo que más me sorprende es ver a mujeres perpetuando ese mismo discurso en muchas áreas, incluso, en el desarrollo personal. Como decía Paulo Freire, humanizar es, en esencia, subvertir y no ser más para los opresores. A veces, sin darnos cuenta, reproducimos ese discurso y deseamos inconscientemente subir en la escalera o ascensor social, para acabamos convirtiéndonos en un opresor más. Es más típico de lo que si imagina. Las redes sociales lo amplifican muchísimo, ya que el discurso aspiracional dominante sigue vendiendo y atrapando a mucha gente, de manera similar a lo que ocurre con los populismos en la política. ¡Feliz día!
Lo incluyo en el diario de Substack en español?